Carta para una persona que tiene prejuicios a tomar ciertos medicamentos (1ª Parte)


Introducción


Este escrito está pensado en una persona en concreto que por extraños motivos no quiere sanar por no tomar ciertos medicamentos a casua de sus prejuicios y miedos hacia ellos. Esos medicamentos son medicamentos relacionados en este caso con la salud mental, pero podría extrapolarse a todo tipo de medicamento, ya que los prejuicios suelen tener la mala costumbre de generar miedo, repulsa o ira a cosas que en muchas ocasiones no tendrían por qué producir ese rechazo.


Y aunque esta carta, escrito o como quieras llamarlo, es un caso concreto, a una persona concreta y por unos motivos concretos, creo que podría ser dirigida a muchas personas por motivos diferentes.


Qué son los prejuicios


Esta parte es de cajón, solo tendriamos que ir al diccionario de la RAE y buscar qué significado tiene la palabra prejuicio:


1. m. Acción y efecto de prejuzgar.


Sin.:

prevención, suspicacia, escrúpulo, recelo, aprensión, manía, convencionalismo, prejudicio.


2. m. Opinión previa y tenaz, por lo general desfavorable, acerca de algo que se conoce mal.



Creo que todos sabemos rápidamente qué es un prejuicio y sabemos verlo en los demás. Racismo, homofobia, aporofobia, etc, etc, son prejuicios de los que se hablan todos los días y todo el mundo detecta de manera fácil, pero como digo, en los demás. El asunto es mucho más complicado cuando nos comunican que nosotros tenemos tal o cual prejuicio. Eres un racista, te dicen, y tú rápidamente respondes: "No soy racista, pero..." ese pero ya te está declarando racista o al menos te señala con una flecha con luces de neón que tienes ese prejuicio. Pero, ¿por qué nos es tan difícil admintir un prejuicio?


Bien, vayamos a la fuente. La primera idea que tenemos que tener es que no somos animales racionales tal como se nos ha ido contando estos años. Si es verdad, que cada vez vemos nuestro parecido a otros animales, que ya en ocasiones hasta vemos como semejantes, pero esto no ha sido así casi nunca e incluso seguimos con ese poso social de que somos animales "especiales". Y sí, algo de especial tenemos, pero no tanto o no tan útil como debería. Sin meterme en eso, diremos que el ser humano, más que un "animal racional" diremos que es un animal, que en ocasiones y no todo el mundo "razona". Razonar no es una actividad para nada fácil, ni sencilla, y sobretodo es muy cansada y requiere de mucha energía, por lo que la mayoría del tiempo no lo haremos y tiraremos de "trucos evolutivos" para funcionar el día a día.


Los prejuicios son uno de esos trucos que usamos a diario. Si tuvieramos que razonar todo el rato a todas horas acerca de todo lo que nos pasa al día, acabariamos agotados, por lo que en cuanto tenemos un acontecimiento, rapidamente nuestro cerebro, lo relaciona con otro parecido y usa la misma lógica y actúa igual que cuando ocurrió el acontecimiento anterior. Los prejuicios además son muy importantes en la supervivencia del individuo, por eso funcionan tan a bajo nivel, esto es, sin enterarnos. Por poner un ejemplo radical, imaginemos que estoy en la sabana Africana y me encuentro un león. Los leones no son agresivos todo el rato, depende de la situación, si tienen hambre, si se ven amenazados, si tienen crías cerca... pero con que sean agresivos una sola vez, ya puede suponer mi vida o al menos una herida importante que me deje mermado para los restos. Esto hace que ante la visión de un león en un sabana, nuestro cerebro no analizará la situación, simplemente huirá o atacará, preferentemente lo primero basándose en prejuicios.


Pero aquí ocurre una cosa, y es que ante el prejuicio de un león comiéndote, la respuesta del organismo es muy distinta que ante la idea de ver un pobre y pensar que se merecen lo que les pasa.


En el primer caso, el prejuicio arranca una serie de mecanismos ancestrales, el sistema nervioso parasimpático, que está completamente fuera de nuestro control, y que hace cosas como apretar los esfinter, mandar sangre de la cabeza a los músculos, empezar a sudar aunque no haga calor, cerrar el estómago, y otros efectos prácticamente para dos cosas, preparar la huída y en caso de lucha, evitar los daños mayores.


Ante un prejuicio sobre los pobres, aporofobia, en plan, se lo merecen, a lo sumo, miraremos para otro lado.


En el primer caso, la situación se percibirá como muy negativa, totalmente evitable y hasta traumática y la segunda pues solo desprecio. Por eso vamos a diferenciar dos tipos de prejuicios:





Ambos son importantes y en ocasiones se retroalimentan, pero como vemos las causas y los efectos son distintos. Eso sí, la forma de superarlos son totalmente distintos. El primero puede requerir incluso de terapia, y el segundo en ocasiones, con un sesudo análisis de la idea podemos ver lo incoherente o equivocada de la misma, aunque esto dependerá mucho del grado de exposición social o ambiental que hemos sufrido. Si toda nuestra vida hemos estado en un circulo social burgués, la aporofobia por ejemplo será más difícil de erradicar que si hemos tenido una convivencia sana con gente pobre.



Y digo sana, porque a veces la retroalimentación, puede ser el mejor arma de nuestros prejuicios, hasta el punto de hacerlos casi imposibles de erradicar. Y es que si hemos tenido una experiencia traumática, o al menos lo suficientemente horrible, a casua de una persona pobre, o extranjera, por ejemplo, si a eso lo sumamos el prejuicio ambiental al que hemos sido sometidos, esa retroalimentación, hará un caldo de cultivo ideal que nos dará como resultado sopa de odio, que en muchas ocasiones será muy difícil de erradicar.


Además, como he dicho antes, los prejuicios además de funcionar muy a bajo nivel, si además generan respuestas fisiológicas de nuestro sistema parasimpático, que como también he dicho son casi incontrolables, la negación de esos prejuicios será la norma y cualquier juego mental para justificarlos será la norma.





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